23 abril 2011

04 - GREAT ESCAPE

Era la quinta calada y todavía no había decidido qué poner. Con la cerveza en la mano paseó lentamente por su colección de discos. Era su único tesoro, prácticamente lo único que había podido arrastrar en la mudanza.

The Kooks, Radiohead, Blur, Oasis… había intentado mil veces ordenarlos alfabéticamente, pero a los tres días, Bunbury era vecino de The Killers y Los Piratas se arrimaban todo lo que podían a Iván Ferreiro.


Descartó un par de recopilatorios de rock antiguo y se decidió por “18”, de Moby. Se sentó en el sillón y miró su móvil: seis llamadas y doce mensajes. Tras contemplarlo durante casi un minuto, lo arrojó despreocupado contra la almohada. El aparato rebotó en ella y cayó al suelo lanzando la batería contra la pared.

Con los primeros escalofríos cerró los ojos y se relajó.

“Nothing can stop us now, `cause we are all made of stars”

Sonrió mientras se incorporaba para seguir apurando el porro. Estaba apagado.

Buscó el mechero en sus bolsillos y, al intentar hacerlo funcionar, comprobó que se le estaba acabando el gas.

- Bienvenido al club.

Al sexto intento emergió una leve llama que acercó al porro. Inspiró profundamente hasta que notó el humo en los pulmones. Retuvo el aire todo lo que pudo y exhaló.

Le encantaba observar el humo que escapaba de su interior, pero sobre todo el que emitía la marihuana en combustión. Se acercó el porro y volvió a recostarse.

“Extreme ways are back again…”


Sopesó sus opciones: ya había visto todas las películas de su disco duro, la estantería y sus libros estaban demasiado lejos y no había coca-cola para prepararse una copa. Al menos quedaba cerveza.

Con los ojos cerrados se concentró en la música. Se tumbó y subió el volumen para dejarse llevar por los sonidos más graves. Cada golpe del bombo le aceleraba el corazón. Volvió a sonreír.

Así pasó los siguientes veinte minutos. Fumando y escuchando.

Cuando notó que sus dedos se quemaban con cada calada, estiró la mano para dejar la colilla en el cenicero. Mientras lo buscaba, dos latas de cerveza vacía cayeron al suelo.

Veinte minutos más.

Cuando se despertó le costó abrir los ojos. Demasiada luz. Los músculos le cosquilleaban con cada movimiento. Sacudió la ceniza que había caído en su camiseta, pero quedó una gran mancha negra. Torció el gesto mientras se desperezaba. Ya había decidido qué hacer.

Se inclinó sobre el portátil, que llevaba días encendido y abrió el editor de textos. Iba a escribir una historia, aunque no tenía claro qué contar.

Quizá algo sobre un tío perdido entre la post-adolescencia y la edad adulta.

“At least we tried, but we lost it”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedo resistirme a decir que tengo un relato muy parecido de finales de los 90, sólo que en mi caso no sonaba el 18 de Moby sino The Very Best of The Doors...
He llegado a tu blog saltando de enlace a enlace entre nuestros comunes amigos virtuales, y me lo he leido casi entero (que largas son las mañanas de domingo en este curro de mierda). Me han gustado mucho tus relatos, su atmósfera.
Espero que hoy no tengas mucha resaca.

Morix dijo...

The Doors también es una gran elección, desde luego. Más coherente incluso con el estado en el que estaba cuando escribí esta entrada.
Ánimo con el trabajo dominical. Y mi resaca bien, gracias :)

Anónimo dijo...

¿que ha sido de un grandisimo entrenador de baloncesto como tu?

Morix dijo...

Pues me temo que por el momento me he quedado en el "grandísimo"...al menos de momento.

No descarto volver, si algún día recuerdo cómo se hacía :)