25 diciembre 2010

Dedicado a alguien que nunca lo leerá

Hace un mes no la conocía. Pero hasta hace pocos días su mundo giraba alrededor de ella.

Hacía sólo un mes que acababa de llegar al nuevo instituto, el tercero en menos de dos años, cosas del trabajo de papá. Ya estaba cansado de tratar de hacerse un sitio entre los populares, así que asumió el rol que, por leyes no escritas, se le había asignado: el chico rarito que no hablaba con nadie.

No era guapo, su sonrisa no era bonita y, desde luego, no tenía cuerpo para ir con los deportistas, así que se limitó a intentar pasar desapercibido y ser amable con las personas con las que se cruzaba. Tenía suerte, al menos esta vez nadie se metía con él.

La vida te pone en tu sitio, y te da armas para avanzar y hacerte un sitio, o al menos para que los acontecimientos se desarrollen a tu alrededor molestando lo menos posible. Su herramienta era la simpatía, una forma de ser casi magnética, que tampoco se molestaba en dar a conocer, básicamente porque no contaba con ella. Era algo que le salía porque sí, no lo valoraba.


Sin embargo, esa capacidad para empatizar con su alrededor no pasó desapercibida para los demás, como ya había sucedido las otras dos veces. Él, como siempre, intentó disfrutar de sus nuevas compañías y buscar los menos problemas posibles, algo que no siempre conseguía.

Y entonces apareció ella y su mundo dio una vuelta de campana, de esas que lo revuelven todo pero, cuando terminan, parece que no ha pasado nada. Al menos en el exterior.

La conoció de la manera más casual, tanto que ni merece la pena contarla. Al cruzar las primeras palabras pudo reconocer el magnetismo que alguna vez habían dicho ver en él. Pero se engañaba, el de ella era mucho mayor. Era una de esas personas capaces de hacer que pase lo que ella quiera, cuando y de la manera que desee. Afortunadamente, otro golpe de suerte: ella no lo sabía o, al menos, no se aprovechaba de ese don.

Le salía de forma natural, su forma de ser, de moverse, de sonreír...era algo que mucha gente intenta imitar. Y aún así, ni siquiera se acercan.

A él no le costó enamorarse, de hecho fue algo tan obvio, tan natural, que ni se dio cuenta. De la noche a la mañana no había otra cosa en su cabeza. Él sabía que era imposible, pero aún así nunca perdió la esperanza.

Además, ella le sonreía, le hacía sentir especial. Era extraño. A él le costaba diferenciar los gestos amables que le salían de manera espontánea de otros signos que poder interpretar como algo más. Supongo que es la maldición con la que tienen que convivir las personas que irradian luz, como lo hacía ella.

Lógicamente, no era el único a quien ella había enamorado. Pero otros habían tenido más suerte. La noticia le sentó mal, pero tuvo que reconocer que no era algo inesperado, nadie desprecia un tesoro. Aún así estuvo intentándolo un par de semanas más. Buscaba excusas para pasarse por su clase y robarle una sonrisa, o cinco minutos de conversación.

Con el tiempo, la oscuridad de lo imposible terminó por hacerse evidente, no podía escapar a la lógica. Al fin y al cabo, no era guapo, su sonrisa no era bonita y, desde luego, no tenía cuerpo para ir con los deportistas. Y hasta su propio magnetismo se había apagado al compararse con ella.

Así que tomó una decisión. Hizo un movimiento que se sabía de memoria, no tanto por ensayarlo como por todas las veces que había tenido que llevarlo a cabo: se echó a un lado. Una vez más, dejó paso a quienes habían resultado más afortunados.

Se permitió el lujo de reírse de sí mismo durante cinco minutos, justo al terminar un recreo: "Pero cómo coño habías podido pensar que..."

Esta tarde me lo he cruzado y le he preguntado por todo aquello. Le ha quitado importancia, aunque era consciente de que ninguno de los dos nos creíamos esa pose. Hemos hablado de más chorradas y al final se ha despedido.

Cuando me he dado la vuelta para seguir mi camino me ha llamado. Al girarme me ha sonreído y sólo me ha dicho cinco palabras, después se ha dado la vuelta sin darme tiempo a decir nada. Se ha puesto los auriculares y ha apretado el paso.

"Cada minuto mereció la pena"

No hay comentarios: