22 abril 2008

La sensación...

Hace ya un mes tuve la gran oportunidad de poder asistir al Campeonato de España de selecciones en categoría alevín. Dejando a un lado la gran experiencia que constituyó a todos los niveles, me sirvió para recordar una sensación que lamentablemente había olvidado…

Ocurrió mientras veía el partido de semifinales entre Madrid y Cataluña. La verdad es que la superioridad de los catalanes era enorme, corriendo y defendiendo ponían en muchos apuros a la selección madrileña, impidiendo incluso a veces que pasaran de medio campo. La verdad es que el juego de Cataluña era minibásket en estado puro (como lo es desde hace ya muchos años), una auténtica gozada que me hizo sentirme afortunado por estar viendo el partido, pero no me refiero a esa sensación.


En Cataluña jugaba un chico muy muy bajito, el número 4, que realmente respondía al típico pensamiento de “si este que no es alto está en la selección catalana…por algo será”. Efectivamente, era muy bueno…exageradamente bueno, y no me refiero a que metiera muchos puntos (nunca fue el máximo anotador en sus partidos, que yo recuerde). El chaval leía el baloncesto como si tuviera 20 años, defendía, corría, pasaba…era una maravilla verle en el campo…pero tampoco me refiero a esa sensación.

Como decía, era algo que había olvidado con el tiempo, y que recordé con una sonrisa en la boca, porque la reconocí en cuanto llegó. Miré a mi alrededor y pude ver que se había apoderado de todo el campo (a decir verdad, de todos menos de los que animaban a Madrid). No soy muy bueno con las palabras, así que no sé cómo llamar a esa sensación, no me atrevo a ponerle un nombre, pero estoy seguro de que con estos ejemplos os haréis una idea y sabréis, enseguida, si también la habéis sentido:

Es la misma sensación que tenías cuando veías jugar a Drazen Petrovic, la misma cada vez que Magic subía un balón al contraataque o que Larry Bird recibía un balón en la esquina, la misma que cuando Olajuwon recibía en el poste, la misma que cuando Bullock tiene el balón en la última posesión…estoy seguro de que es la misma que se adueñaba del United Center cuando los Bulls perdían de 1, quedaban 12 segundos y un tío con el número 23 pedía el balón. Esa sensación que sientes en el corazón y que te dice al oído: “va a pasar algo grande”. Sólo recuerdo haberla sentido en vivo una vez antes: era el año 2004 y estaba viendo la final del Campeonato de Europa Junior entre España y Turquía, y un chaval llamado Sergio Rodríguez volvía locos a los turcos cada vez que tenía el balón en las manos a base de caños y pases imposibles.

Que nadie se confunda, no estoy comparando a unos jugadores con otros; sólo hablo de que todos ellos tocaron lo mismo dentro de mí, todos de un modo casi magnético atraían mis ojos hacia ellos y no me dejaban apartar la mirada, a mí y a todos los presentes…sin duda es la misma sensación que me hacía desear que le pasaran el balón al 4 de Cataluña, la misma que hacía que cuando se la pasaban se hiciera el silencio en el pabellón, la misma que ponía a todo el mundo en pie entre aplausos después de una asistencia…

Espero no volver a olvidarla…


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1 comentario:

Luis Royo Antín dijo...

Maja sensación, maja.
:P