29 diciembre 2012

La máquina del tiempo


Corría el año 1995, o quizá era 1996. Ya sabéis, cuando no había calles sin tiendas, los bares no se habían convertido en restaurantes chinos y los restaurantes chinos todavía no eran woks.

Yo caminaba junto a mi madre emocionado porque iba a conocer la redacción de uno de los periódicos más importantes de Aragón. El lugar donde había soñado trabajar desde que tenía dos años. Cuando llegamos, mi madre me presentó a un amigo, por aquel entonces encargado de la sección de local. Tras oír mi nombre, aquel periodista me miró fijamente y sólo hizo una pregunta: “¿Así que tú eres el que se quiere dedicar a esta mierda de profesión?”.

Le contesté orgulloso que sí, y achaqué su pregunta a un mal día en la redacción, un artículo recortado o la falta de café. No le di más importancia.